¿Te acuerdas? ¿Te acuerdas de todos
esos momentos compartidos?
Yo los recuerdo todos, absolutamente
todos, aunque me gusta más intentar recordar aquellos que están por llegar,
aquellos que aún nos quedan por pasar.
Y los recuerdo y me enamoro.
Me enamoro igual que me enamoré de
ti. Me enamoro y veo las ganas que tengo de tu amor.
Sí, tengo ganas de tu amor, de esa
sensación que sólo tú podías revivir en mi, llevándola incluso más allá.
Hiciste que me enamorara, que me enamorara de cada una de tus virtudes, pero a
su vez conseguiste lo más complicado y es enamorarme de cada uno de tus
defectos. Enamorarme de tus defectos, como me enamoré de tus suspiros, de tu
forma de sentir, de tu respirar, de los latidos que se escuchan si me recuesto
sobre ti, de tus andares, de cada uno de tus lunares, de tu ciudad, de tu
mundo, de tu vida, de ti.
De ti al completo.
De ti, sin dejar nada.
De ti sin excepción alguna.
Pero todo esto tiene unos
antecedentes. Hace un tiempo, escribiéndome a mi misma escribí lo siguiente:
Cuando te enamores enamórate bien.
Enamórate de verdad. Enamórate aceptando lo que ello supondrá tanto lo bueno,
como lo no tan bueno. Enamórate sin ser superficial. Enamórate
independientemente de la edad. Enamórate independientemente del lugar,
independientemente de si hay distancia o no. Enamórate escuchando latidos y no
pensamientos, ni miedos, ni rencores. Enamórate, pero enamórate bien. Enamórate
de verdad.
Y hoy aquí estoy, enamorada.
Enamorada de los recuerdos, pero
sobre todo enamorada de los recuerdos que quedan por escribir.
Enamorada bien.
Enamorada de verdad.
Enamorada de ti.
Comentarios
Publicar un comentario