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Mostrando entradas de enero, 2017

Desde entonces.

Me gustan los días de frío. Sí, aunque me queje. Es que, a veces, también soy algo contradictoria. Me gustan esas mañanas en las que abres los ojos, estiras el brazo para coger el móvil y darle los buenos días, y solo con ese gesto sabes que como muevas un solo milímetro más de tu cuerpo, pasarás a sentir todo ese frío que ha invadido tu cama. Y entonces, entonces lo echas de menos. Echas de menos esos abrazos, esos que hacían que el frío no existiera una mañana de enero.

Soltarte

Viajé a Andorra, y conocí el verdadero frío. Viajé una primavera a hablar francés en Toulouse, a Ginebra a comprobar eso que decían del delicioso chocolate suizo, y a Barcelona para culminar. Viajé a Venecia –en dos ocasiones –, en la primera me enamoré, en la segunda cumplí la promesa de que volvería. Viajé a Pisa, Florencia y Roma, dos palabras: che belleza! Viajé a Madrid, allí conocí la ciudad donde no me gustaría vivir.

Para todo

Se deseaban por encima de todo. Se querían, se adoraban. Para todo. Para pasar una noche de verano mirando las estrellas, escuchando el mar. Para competir todo un verano por ver quién se pone más moreno, respuesta que era más que obvia. Para compartir aquellos sentimientos, aquellos que no compartirían nunca con nadie más. Para compartir miles de tardes de peli, sofá y manta, porque mejor que en casa y con buena compañía, en ningún sitio. Para convertir cualquier día en un 14 de febrero, de esos que muchos esperan con ansia para celebrar.