Valentina era así, de las que no podía dormir si algo la inquietaba, de las que tenía que dejarlo todo zanjado antes de cerrar los ojos. Y así con todo. Daba igual que fuera un asunto personal, un trabajo de la universidad, o un mensaje que tenía pensado enviar y no lo hizo. “Te echo de menos” Enviar. Y pulsó. Esta vez sí.
Escribo, luego existo.