Me gustan los días de frío.
Sí, aunque me queje.
Es que, a veces, también soy algo contradictoria.
Sí, aunque me queje.
Es que, a veces, también soy algo contradictoria.
Me gustan esas mañanas en las que abres los ojos,
estiras el brazo para coger el móvil y darle los buenos días,
y solo con ese gesto sabes que como muevas un solo milímetro más de tu cuerpo,
pasarás a sentir todo ese frío que ha invadido tu cama.
Y entonces, entonces lo echas de menos.
Echas de menos esos abrazos,
esos que hacían que el frío no existiera una mañana de enero.
estiras el brazo para coger el móvil y darle los buenos días,
y solo con ese gesto sabes que como muevas un solo milímetro más de tu cuerpo,
pasarás a sentir todo ese frío que ha invadido tu cama.
Y entonces, entonces lo echas de menos.
Echas de menos esos abrazos,
esos que hacían que el frío no existiera una mañana de enero.
Me gustan esas mañanas de sofá, bata y café humeante,
aunque haya que seguir echando de menos.
aunque haya que seguir echando de menos.
Me gustan esas mañanas en las que cuando eliges ropa,
terminas perdiendo la forma – entre capas y capas –,
hasta que él se encarga de reencontrarla, claro.
terminas perdiendo la forma – entre capas y capas –,
hasta que él se encarga de reencontrarla, claro.
O…¿qué tal? ¿qué tal esas tardes de sofá, peli, manta y él?
¿Especiales eh?
Tan especiales que eran acaloradas como una tarde de julio.
Tan especiales que solo las puedes terminar diciendo: quédate esta noche.
Tan especiales que duele estar recordándolas ahora.
Tan especiales que desde entonces,
desde entonces me gustan los días de frío,
¿Especiales eh?
Tan especiales que eran acaloradas como una tarde de julio.
Tan especiales que solo las puedes terminar diciendo: quédate esta noche.
Tan especiales que duele estar recordándolas ahora.
Tan especiales que desde entonces,
desde entonces me gustan los días de frío,
aunque haya que echar de menos.
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