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Amaia, Lola y compañía...

Desde luego, la vida de Amaia había estado repleta de lecciones de vida, empezó a recibirlas desde muy pequeña, y para qué engañarnos, no había mucha tregua entre unas y otras.

Eran incontables las veces que había tenido que verse inmersa entre aquellos pasillos más grises que blancos, donde solo la rodeaban batas blancas y verdes. Cada vez que volvía a un hospital recordaba aquello de que cuando apenas medía más de un metro veinte, le fascinaba la idea de ser enfermera. Menos mal que no, porque muchas de las veces que tuvo que estar allí para acompañar a alguien, terminaron atendiéndola a ella. Por supuesto, hasta se le daba mejor aquello que intentaba a día de hoy (publicar su tercera novela), que intentar no marearse al ver una gota de sangre.

Los lunes son los días libres de Amaia, porque básicamente tuvo la suerte de poder elegir trabajar los sábados y tener libres domingos y lunes, según ella, comenzar la semana así le sienta mejor. Hasta que se acostumbre y los martes tengan el sabor tan amargo que tienen los lunes. ¿No?

Se levantó a las 9:30, los rayos del sol se reflejaban con fuerza en las paredes blancas de la habitación, así que decidió darse una ducha y ponerse en marcha, era un buen día para buscar la inspiración fuera de casa. Moño despeinado, vaqueros claros, camiseta rosa básica con un hombro caído, su chaqueta favorita: de cuero negro, se calzó sus Puma Muse Satin, que recibió el viernes en el trabajo y tenía ganas de estrenar y en su gigante bolso negro, además de lo que siempre cargaba (que no era poco) su libreta llena de ideas y lápiz.

Eran algo más de las 10:15 cuando Amaia se acomodó en la terraza de un Starbucks, con su Caramel Macchiato. Sacó sus gafas de sol del bolso, su móvil y su libreta. Se disponía a desearles una buena semana a sus mejores amigas – quienes la odiaban por poder empezar la semana librando – cuando su móvil empezó a sonar y en su pantalla lucía un “Lourdes” que no tenía buena pinta. ¿Por qué iba a llamarla un lunes la madre de una de sus mejores amigas?

  • Sí, ¿dígame?
  • Amaia. Soy la madre de Lola.
Y solo con escuchar aquello y el tono de voz, supo que todo lo que escucharía después no sería para nada bueno. 
  • Lola ha tenido un accidente de coche cuando iba de camino al trabajo. Me han llamado hace menos de diez minutos del hospital. No me dan ninguna información más hasta que no llegue allí. Estoy de camino, pero necesito que alguien me acompañe y creo que, a Lola le reconfortará verte allí.
  • Lo que tarde en llegar. Ya estoy en el coche. Cuando llegues mándame un Whatsapp para decirme dónde puedo encontrarte.


Y colgó. Amaia no se había dado cuenta, pero sin pensar demasiado y tras escuchar las cinco primeras palabras de Lourdes, empezó a caminar más rápido de lo que sabía que podía hacerlo en dirección coche. Y en cosa de dos minutos, estaba de camino al hospital.

En el coche sonó Alone, de Alan Walker, y Amaia, sin saber todavía muy bien por qué sintió mucho miedo. Más que nunca.


Sin duda…aquel día tan soleado e inspirador se convirtió en un día muy muy gris. 

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