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Llovía fuera

Le encantaba ver como llovía
y escuchar las gotas llamando a su ventana.
Le gustaba desde pequeña,
y hoy cuando escucha llover,
le invade la nostalgia
y a veces, le acompaña la inspiración.

Cuando llueve se enamora.
Cuando llueve,
le resulta inevitable apartar un poco la cortina,
y observar desde su cama qué ocurre fuera.

Mira esa chica de ahí.
Va pendiente del móvil.
Y haciendo malabares para poder sujetar el paraguas,
mojándose cuanto menos.
Le deben estar contando algo gracioso.
Llueve, pero mira como ser ríe.


Mira, mira ese chico de ahí.
Más que no mojarse,
pretende que lo que sea que lleve en esa bolsa tan bonita,
no roce con una partícula de agua.
Sin embargo,
se le ve feliz,
aunque llueva.
Seguro que va a darle una sorpresa a esa chica,
a la que tan encandilado lo tiene.

Mira ese otro, tiene prisa.
Mira cómo corre.
Bueno, quizás corre porque lo único que le cubre
es la capucha de su sudadera.
Espera, se ha parado en seco.
Ya lo entiendo todo.
Había quedado con él,
con su chico.
Se funden en un beso.
No importa la lluvia.
No importa el frío.
Ni siquiera el no llevar paraguas.

En esos momentos,
para ellos debe haber salido el sol.
Ahora corren, pero de la mano.

Y entonces,
le invade la nostalgia.
Esta vez,
sin compañía de la inspiración.
En esta ocasión,
en compañía del recuerdo,
del recuerdo de aquel beso bajo la lluvia.
El único que dio.
Después también corrieron,
y de la mano.


Y entonces,
en ese instante,
comenzó a llover dentro.

A través de su ventana, le encantaba ver llover.

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